Comprender

La Sublimidad de Comprender y Amar

La Sublimidad de Comprender y Amar. Entender es, sin duda, la luminaria que corona el panteón de todas las virtudes, un faro que ilumina el sendero que nos conduce a la sagrada sabiduría. Esta sabiduría nos habilita no solo para aceptar aquello que, en otros momentos, nos parecía inconcebible, sino también para otorgar perdón a actos que considerábamos imperdonables, para ejercer tolerancia frente a situaciones que desafiaban nuestra capacidad de soportar, y para alcanzar ese nivel sublime de amor hacia elementos o seres que en algún momento nos resultaban completamente aversos.

Cuando uno llega a comprender, se despliega ante nosotros la posibilidad de aceptar esas idiosincrasias y peculiaridades que antes encontrábamos incomprensibles. Comprender se asemeja a mirar con los ojos del corazón, permitiéndonos penetrar las murallas de lo desconocido y lo incomprensible en el alma de quien anteriormente nos resultaba un enigma indescifrable.

Esta comprensión profunda nos lleva a un estado en el que el acto de perdonar se convierte en algo natural, casi innecesario, porque la esencia de lo que somos se funde con la esencia de lo que son los demás. Perdonar se transforma en un reconocimiento de la vastedad de la bondad humana, una bondad que fluye generosamente y sin reservas desde los rincones más recónditos de nuestro ser.

Perdonar es, por tanto, dar sin medida lo que guardamos celosamente en nuestro corazón. Es una travesía espiritual por la vida de otra persona, comprendiendo sus luchas y cicatrizando las heridas que nosotros mismos no hemos sufrido. Es ejercer empatía en su más pura expresión.

La sabiduría que emerge de esta comprensión y perdón nos enseña a amar más allá de los límites de nuestro entendimiento previo. Amar se convierte en una manifestación de olvido, un olvido de las ofensas, de los errores pasados, y una invitación a una nueva vida marcada por la comprensión y la aceptación.

Es también una afirmación, un «sí» rotundo y decidido que ofrece refugio, fuerza y ternura al objeto de nuestro amor. Es el deseo de curar y de ser el santuario para el ser amado, de envolverlo en la tranquilidad y paz que emana de lo más profundo de nuestra esencia.

Esta dimensión de amor se extiende hasta el infinito, reflejando la imposibilidad de alcanzar su finitud o de circunscribir su magnitud. De manera similar, cuando hablamos de la divinidad, de Dios, decimos que Él perdona porque su comprensión es infinita. Es la máxima expresión de esta comprensión y amor sin límites, un espejo celestial de lo que aspiramos a ser en nuestra más generosa y compasiva humanidad.